Hace dos años una encuesta reveló que el 60% de los rumanos consideraba que la economía funcionaba mejor bajo el comunismo

El debate sobre si aquel tiempo pasado fue mejor ha resurgido con fuerza por el estreno la semana pasada de Soy una vieja comunista, una tragicomedia sobre una madre que añora al Genio de los Cárpatos, como le gustaba al dictador que lo denominaran.
El
director Sterea Gulea recuerda en esta película que, en medio de una
sociedad inmersa en un capitalismo feroz, aún hay un segmento de la
población que recuerda con añoranza al sátrapa, mientras se enfrenta a
una vida de pensiones mínimas, ingresos bajos y desempleo.
"Sin
duda, la protagonista evoca una nostalgia general e imprecisa de una
vida pasada", explica a Efe la especialista en cine Iulia Blaga.
"Trabajo asegurado, una vivienda social y comida son los elementos
básicos a los que alude el personaje principal, interpretado por
Luminita Gheorghiu, para diferenciar la situación que se vive ahora" con
la vida en la Rumanía comunista, prosigue Blaga.
Hace dos años,
una encuesta del Instituto de Investigación de los Crímenes del
Comunismo reveló que el 60% de los rumanos consideraba que la economía
funcionaba mejor bajo el comunismo.
En 2010, 21 años después de
que Ceausescu fuera fusilado durante la revuelta popular que tumbó al
régimen, un 47% de los rumanos se declaraba partidario de que regresara
el régimen. "Si Nicolae Ceausescu siguiera con vida y se hubiera
presentado a las presidenciales de Rumanía, habría tenido muchas
opciones de ganar", dice a Efe Mihai Burcea, historiador y
exinvestigador de ese centro.
Burcea precisa que los nostálgicos
no son sólo un grupo minoritario de jerifaltes del régimen, sino que la
miseria hace que muchos echen de menos la dictadura. "Su nostalgia
proviene de los puestos de trabajo, viviendas que podían adquirir con
facilidad y con bajos tipos de interés, y del gran número de personas
que se permitía unas vacaciones en el litoral del Mar Negro, más que en
la actualidad", explica el experto.
De hecho, la pobreza y la
falta de perspectivas debido a la crisis, hace que la época comunista
sea idealizada incluso por los jóvenes que nunca la vivieron, analiza
Burcea.
"Este sector de melancólicos pertenece a grupos sociales
que no se han beneficiado del libre mercado y sufren el paro, la miseria
y la marginación económica", relata a Efe Ana Popa, una mujer de 63 que
vivió su infancia y juventud bajo la dictadura. "No es que sean
nostálgicos del sistema comunista como tal, sino más bien de una época
en la que la población era pobre, pero bastante igualitaria, y tenía una
cierta seguridad en el trabajo", subraya Popa.
En aquella época,
recuerda, había más facilidades para ir al colegio, mientras que hoy
día el cierre de escuelas ha provocado que muchos niños en zonas rurales
tengan que desplazarse muchos kilómetros para ir a clase. Pero Popa
también recuerda la parte negativa, como la falta de libertades: ella
misma fue obligada a trasladarse a trabajar a una pequeña localidad de
Transilvania dentro del programa gubernamental de colocar a personal
cualificado en los pueblos.