Como si fuese un museo al aire libre del nazismo, las calles del pueblo
de Jamel están repletas de simbología fascista, y el término
‘nacionalsocialismo’ se puede apreciar hasta en el rótulo de alguna
empresa local. En la carretera principal que pasa por la localidad, un
cartel indica tres direcciones: Viena, París y Braunau am Inn, el lugar
de nacimiento de Adolf Hitler. El diario alemán Der Spiegel se refirió a Jamel como “la aldea poblada casi en su totalidad por neonazis”, mientras que la agencia de noticias Associated Press publicó un reportaje denominándolo “el pueblo dominado por los neonazi
Las autoridades alemanas están cada vez más preocupadas por el auge del
neonazismo. Las cifras oficiales atribuyen a la extrema derecha más de
17.000 delitos, de los cuales 842 fueron tipificados como violentos, y
cada vez más políticos necesitan protección policial ante las repetidas
amenazas de los grupos neonazis. La localidad alemana de Jamel, ubicada
en el distrito nororiental de Nordwestmecklenburg, es el mayor exponente
del escalofriante auge del neonazismo. Un fenómeno que gana fuerza en los territorios más empobrecidos del país, los de la antigua RDA.
Todos los veranos se celebran campamentos en honor al führer y los fines
de semana son frecuentes las prácticas de tiro en sus alrededores, que
protagonizan grupos de boneheads. Allí se encuentra también la sede del NPD, el Partido Nacionaldemócrata de Alemania.
Una organización de extrema derecha con varios diputados electos y unos
resultados en las últimas elecciones municipales que superaron el 6% de
los votos.
Sin embargo, lo que realmente ha hecho saltar a la primera plana informativa a esta pequeña localidad alemana es la vinculación de varios de sus habitantes con delitos de “incitación al odio racial”.
Un concepto definido en el Código Penal alemán como Volksverhetzung, y
que principalmente se aplica a la negación del Holocausto, pero también a
otros actos raciales y discriminatorios.
El lugar de peregrinación de la extremaderecha europea
Uno
de los últimos delitos cometidos en la localidad lo sufrió una pareja
que se trasladó a Jamel después de comprar allí lo que intuían como la
casa de sus sueños al lado de un lago. Antes de que acabasen de
restaurarla ya estaban viviendo en medio de una pesadilla. Horst y Birgit Lohmeyer,
ella escritora de novelas policiacas y él músico, decidieron irse a
vivir a Jamel sin tener ni idea de la orientación política de sus
habitantes. Lo único que sabían era que una de las casas más cercanas a
la suya pertenecía a Sven Krüger, uno de los dirigentes del NPD y miembro del consejo del distrito por este partido. El mismo que pasó cuatro años en la cárcel por posesión ilícita de armas.
Los Lohmeyer se mostraron reacios a acudir a los actos de exaltación neonazi organizados por sus vecinos. A la tercera negativa destrozaron parte de su casa,
aunque los ataques vandálicos continúan ante su intención de no
marcharse. Unos meses antes habían quemado la casa de otra pareja que
tenía pensado trasladarse a Jamel. La misma estrategia que los
extremistas utilizaron en los años 90 para “limpiar” el pueblo, la cual
consistía en impedir la compra de casas por aquellas personas foráneas
que no comulgasen con su ideología. Asimismo, emprendieron una campaña
de acoso y amenazas a los vecinos que no los apoyaban. Todos acabaron
trasladándose del pueblo.
Desde su “liberación total”, Jamel
se ha convertido en un lugar de peregrinación para la extremaderecha de
toda Europa y ya se habla de un territorio sin ley, donde la mayoría de
los delitos quedan sin resolver. Stefan Koester, uno de los miembros del NPD que también reside en Jamel, defiende este peregrinaje en unas declaraciones al Sunday Telegraph porque “mucha gente quiere ver con sus propios ojos cómo funciona un pueblo con una política diferente. Una política que es social y basada en la familia”.
Los
servicios de seguridad teutones estiman que hay unos 22.000 neonazis en
Alemania, entre los cuales más de la mitad son vigilados por su
tendencia a la violencia. Las zonas rurales orientales, que coinciden con los focos de mayor pobreza del país,
se están convirtiendo en el caldo de cultivo para la expansión de estas
organizaciones. Las posibilidades de que Jamel deje de ser un caso
aislado para reproducirse por el resto del territorio comienzan a ser
reales, mientras que los representantes políticos tratan de impulsar
medidas para evitarlo.

