El jefe de la comisión que investiga el asesinato de extranjeros por un grupo racista critica a los servicios de seguridad
La única superviviente de la banda de terroristas neonazis
autodenominada NSU (Resistencia Nacionalsocialista), Beate Zschäpe, se
sentará en el banquillo de los acusados a partir del próximo día 17.
Mientras la Audiencia de Múnich decide su grado de culpabilidad en todos
esos crímenes, la Comisión que preside Edathy se esfuerza en “analizar
cómo fue posible tamaño fiasco del Estado de derecho”.
Reunido con un grupo de periodistas internacionales a tiro de piedra
del edificio del Reichstag, el socialdemócrata explicaba el miércoles
que tampoco él había “podido imaginar que las autoridades alemanas podía
fracasar de una manera tan masiva”. Y planteaba tres de las posibles
causas: la falta de colaboración entre los diferentes servicios de
seguridad, la infravaloración de la amenaza neonazi y la obstinación de
los investigadores en la teoría de que los crímenes eran resultado de
tramas mafiosas entre inmigrantes.
Son tres aspectos relacionados. Cuenta Edathy cómo le “chocó un
apunte de un policía en un informe” tres años después de los primeros
asesinatos. El agente escribió que “la mentalidad turca les impide
referir la verdad a la policía alemana”. Las autoridades defendían la
teoría de que los asesinos pertenecían al entorno de las víctimas.
Aunque carecían de pistas sólidas en ese sentido, algunos mandos
policiales se empecinaron en que el complicado caso era cosa de
mafiosos, de mafiosos extranjeros. Como las diversas autoridades se
ocultaban información unas a otras, las investigaciones encallaron
siguiendo esa dirección errónea.
En Alemania hay un servicio de información por cada uno de los 16
Estados federados, con una Oficina Federal que apenas los coordina. Cada
uno de ellos desconfía del vecino y todos ellos de la policía. El
dimisionario presidente de la Oficina Federal de los servicios secretos
internos, Heinz Fromm, dijo a la Comisión que su “trabajo fue conforme a
la ley, pero carecía de sentido”. Edathy está de acuerdo en que “hubo
evidentes carencias de orientación, pero también demasiadas personas
equivocadas cumpliendo tareas de responsabilidad”. Entre los espías
alemanes, “la calidad del personal no es óptima”.
Tras la unificación alemana de 1990 se produjeron disturbios
ultraderechistas en diversas partes del país, sobre todo en la antigua República Democrática.
El auge neonazi provocó escenas violentas que dieron la vuelta al
mundo, como el ignominioso asalto a una residencia de refugiados en
Rostock, en 1992, ante la pasividad policial y el aplauso de los
vecinos. Edathy denuncia que “la consigna política era minimizar el
ultraderechismo” y sus consecuencias. En ese caldo de cultivo se
radicalizaron los tres jóvenes del NSU.
Con la calma del que ya ha visto de todo, el parlamentario explicaba
el miércoles que “en el caso del NSU, hubo pistas que no se tuvieron en
cuenta”. Por ejemplo cuando “un neonazi, un criminal con antecedentes
muy graves que estaba en nómina como informante, delató que el trío
estaba interesado en comprar armas”. Pero los servicios secretos
internos de Brandeburgo, no contentos con haber reclutado a un criminal
como informante, “no notificaron a la policía sobre la compra de armas
por parte de los terroristas. Es un escándalo”.
El papel de estos informantes a sueldo de las autoridades es uno de
los más oscuros en la trama del NSU. Para Edathy está claro que “hay que
recortar el número de informantes pagados”. Aunque solo sea porque
muchos de ellos desvían parte de sus emolumentos públicos a las arcas de
los grupos radicales, legales o ilegales, en los que militan.
Destaca el diputado Edathy que “los integrantes del NSU
desaparecieron del radar” tras el último asesinato racista, perpetrado
en Kassel en 2006. No se sabe a ciencia cierta por qué mataron a la
agente policial en 2007. Pero es seguro que en la escena del crimen de
Kassel había un agente de los servicios secretos de Hesse. Edathy dice
que la investigación no ha dado “indicios sólidos” de su implicación en
el asesinato: “es posible que estuviera en la escena del crimen por
casualidad”.
Pero la pregunta es recurrente: ¿cómo es posible que no sospecharan
de un móvil racista o nazi? Edathy no se lo explica. Ve “interesante que
numerosos miembros de las fuerzas de seguridad, llamados a testificar
ante la Comisión, dijeran que no sospecharon de terrorismo
ultraderechista porque nadie reivindicó” las muertes. Pero los
expedientes de los servicios secretos demuestran que “el terrorismo
ultraderechista en Europa ha perpetrado desde hace décadas atentados sin
reivindicarlos”. Es una estrategia neonazi con varios precedentes
internacionales: “atacar de forma anónima y aterrorizar de manera
abstracta, un concepto viejo y propagado por grupos nazis como Combat
18”. Para el diputado, “lo extraordinario, lo asombroso, es que los
servicios secretos, que sabían todo esto, no dieran con la pista”.
Lo insólito de las casualidades, el alcance de los delitos y la
abundancia de zonas oscuras llevan a Edathy a reconocer que “estamos
ante un fracaso es masivo, inaudito, sin duda el peor fracaso desde la
fundación de la República Federal de Alemania”. Al que hay que sumar el
escándalo de la destrucción de expedientes relacionados con la escena
neonazi por parte de algunas oficinas regionales de los servicios
secretos. Edathy rio brevemente, con tono sombrío: “se sabe cuánto se
destruyó, pero obviamente no sabemos qué ponía en esos documentos”. ¿Se
destruyeron muchos expedientes? “Bastantes, sí”.
Añadió: “yo espero que esto sea solo una serie de fracasos”.