Fascismo y nazismo, son el perro de presa del sistema capitalista cuando su estabilidad hace aguas, sus bases sociales se hacen añicos y la clase proletaria amenaza con rebelarse: mediante la subversión y la revolución social en contra del régimen económico establecido.
Publicado por la Unión por el Reparto del Trabajo:http://www.repartodeltrabajo.blogspot.com.es/
Cuando miramos a la historia del siglo
XX, es común hallar en muchos historiadores de ideología liberal, los
fenómenos del nacional-socialismo y el fascismo como hechos que se
constriñen a un contexto cultural y un panorama concretos. Se dice, que
son episodios propios de un momento histórico muy acotado, los años 30,
propios de determinados países y, a fin de definirlos, se enumeran o se
van exponiendo de forma anecdótica sus distintas simbologías, es decir,
aspectos característicos como el uso de la esvástica por los nazis, o
del escudo monárquico y el fascio (emblema de un cetro imperial unido a
un hacha) por parte de la Italia fascista. Asimismo, se nos dice
también, que el nacional-socialismo se basaba más en un discurso
centrado en la raza, es decir, racista: en la superioridad de la raza
aria frente a otras razas “secundarias” o “menores”, y la existencia de
"razas inferiores", como "los judíos o los gitanos", que "había que
exterminar o por lo menos, echar de Alemania y de Europa"; en tanto que
el fascismo italiano se basaba más en el discurso centrado en la
supremacía del Estado: "el Estado, el régimen fascista, es la autoridad
máxima, suprema, que guía los destinos del pueblo italiano, por tanto
éste, debe rendirle lealtad en todo momento, y no dudar en acudir a su
requerimiento en caso de ser llamados a filas". Se los compara a su vez
con el franquismo en términos ligeramente distantes, arguyendo que, si
bien este último partía de la identificación de la patria con la
religión católica (nacional-catolicismo), el fascismo mussoliniano en
general era laico, acepta la religión “pero no la practica”, y el
nazismo no basa su discurso en la religión: busca a la par la alianza
con el clero protestante y católico: e incluso llega, en algunos casos, a
negar la religión, llegando a asimilar en su fraseología algunos mitos
del politeísmo nórdico, como particularismo propio de su identidad
nacional germana, e incluso a declarar que: “el combativo macho europeo
es un pagano -que a rinde homenaje pero no entiende ni acepta en su
corazón la validez de «una religión que es la total negación de la
fuerza»” (Benjamin Kidd) .
Así, si nos paramos a reparar en
formalidades podemos apreciar muchas diferencias superficiales. Pero si
nos vamos a su contenido, a en qué se traduce en la práctica y qué se
entiende por nazismo y fascismo, veremos un hilo rector que vincula a
ambas ideologías, persiguiendo análogos objetivos. Comprobaremos que
son, en esencia, lo mismo; que persiguen algo equivalente o muy
parecido. Comprobaremos que son más las anologías.
La destrucción mediante la represión
indiscriminada y la fuerza de las organizaciones de la clase obrera,
nacionalismo extremo, militarismo y belicismo y exaltación de la patria,
ignorando la división en clases sociales del sistema capitalista y
defendiendo la búsqueda de una unión
entre el obrero, el militar y el empresario alemanes/italianos en la
lucha contra las naciones enemigas y contra un enemigo externo. Ambos
tratan de crear o buscar un chivo expiatorio, por ejemplo la "raza
judía" (o los musulmanes), para desviar la frustración y el odio de las
clases medias y las capas populares hacia el mismo, en lugar de hacia la
patronal y la oligarquía financiera, es decir, las clases potentadas,
previniendo así la posibilidad de una revolución y el desprestigio hacia
el sistema capitalista. Además, ambos promueven la eliminación del
parlamentarismo y toda forma de formalidad electoral burguesa, que
implique sufragio universal y una elección por parte del pueblo, en
favor de un líder fuerte, autoproclamado, una dictadura. Los dos luchan a
muerte contra los revolucionarios: comunistas, socialistas,
anarquistas, y toda forma de ideología subversiva, e incluso de
disidencia organizada al régimen, y al sistema capitalista mismo.
Finalmente, llevan a cabo la eliminación e ilegalización de los partidos
y sindicatos, distintos del de gobierno: proclaman un sindicato
vertical del Estado (donde el obrero y el patrón están unidos, es decir,
donde el obrero es controlado por el patrón) y de un partido fascista ó
nazi único, acompañándolo del culto exacerbado a la personalidad del
caudillo o líder. Traduciéndolo al lenguaje revolucionario: buscan la
contrarrevolución, primero interna, prevenir la posibilidad de una
revolución dentro del país y aplastarla, machacarla cuando esta ya ha
empezado o sucedido; y externa, vía guerra de invasión indiscriminada
contra las economías no capitalistas, como la antigua URSS, la antigua
Yugoslavia a finales de la Guerra, que suponen un recordatorio de
subversión, una amenaza constante al capitalismo.
Todo eso, lo representan tanto el
fascismo como el nacional-socialismo, como sus primos hermanos: el
falangismo (que colaboró con éstos con la División Azul, con la venia de
Franco) o el gobierno colaboracionista de Vichy (de ideología no muy
diferente), los fascismos griego y balcánicos (generalizados en toda la
región antes de la revolución yugoslava, recuperados luego por la
dictadura militar griega y por los genocidas de la Guerra de
Yugoslavia), etc. Son en esencia dos caras de la misma ideología.
Son el perro de presa del sistema
capitalista cuando su estabilidad hace aguas, sus bases sociales se
hacen añicos y la clase proletaria amenaza con rebelarse: mediante la
subversión y la revolución social en contra del régimen económico
establecido.
El fascismo es nuestro enemigo natural
de clase, por tanto. Es un enemigo que avanza si no se le combate. Y
que debemos seguir combatiendo a día de hoy, como demuestran las
experiencias amenazadoras de Amanecer Dorado, Le PEN en Francia, La Liga
Norte en Italia, Josep Anglada en Cataluña o el partido próximo al
fascismo, de extrema derecha, UPyD, en España; los partidos de la
utraderecha suiza, UDC (Unión Democrática de Centro), sueca (Demócratas
de Suecia) y húngara, FIDESZ. Son todos caras de una misma moneda, pues
representan la avanzada de la extrema derecha filofascista en Europa, y
amenazan con propagar el discurso racista, xenófobo, machista y
nacionalista extremo, el anticomunismo, el culto a la idea de un
caudillo fuerte y de la dictadura, entre un sector de la clase media y
de la propia capa popular depauperada, frustrada y llena de prejuicios.
Un terreno que quedará, con el tiempo, abonado, si la izquierda
revolucionaria abandona su deber: que es ofrecer alternativas de
transformación social como salida positiva a la crisis del capitalismo
(del desempleo, de la vivienda...), que ayuden a cuestionar todo el
orden económico establecido.
