Las desigualdades económicas y sociales se acentúan y el sistema trata de solucionar los problemas, tanto cotidianos como globales, con las herramientas que el capitalismo tiene a su disposición para tiempos de crisis. Estas son el fascismo como idea y práctica y la fuerza bruta policial, militar y de control social. El racismo como discurso que divide a los iguales y sus consecuencias. La mano dura de la porra, de la videovigilancia y en casos extremos del fusil. Los medios de comunicación garantizan la efectividad de todas estas herramientas del sistema, se ponen a su entera disposición y desarrollan la criminalización y la alarma social, garantes de un plan bien diseñado que va desde las altas esferas del poder hasta las poblaciones más desfavorecidas de las grandes urbes.
La periferia sur de Madrid experimenta en estos últimos meses un claro avance en la puesta en práctica de las herramientas represivas y de control del sistema. Dificilmente podríamos pensar en casualidad, cuando los casos se multiplican y las evidencias de una estrategia de imposición mediante la violencia se hacen cada vez más cotidianos en los barrios del sur. Una estrategia que quiere imponer el más absoluto silencio, no solo sobre los desmanes ya cometidos, si no con los que están por venir:
El desmantelamiento industrial en las grandes empresas que pueblan los polígonos del “cinturón rojo”, la precarización de los empleos que sobreviven, la privatización de los servicios públicos, el aumento de los despidos masivos de trabajadores públicos y su sustitución por puestos precarios en contratas, la corrupción municipal como seña de identidad de los gobiernos “progresistas” (PSOE – IU) del sur, la normalización de una policía municipal violenta y corrupta, el intento de neutralización de las iniciativas vecinales autónomas de las instituciones, el ocio juvenil dirigido y planeado para su propia autodestrucción, la sobreexplotación de los terrenos para la construcción de pisos-dormitorio y la especulación urbanística ya sea en lo privado como en el suelo público.
La alfombra del bienestar no esconde las desigualdades
Si por algo se caracterizan las ciudades del sur de Madrid (hablamos de 160.000 habitantes en una de las más pequeñas) ha sido el extraordinario lavado de cara que los ayuntamientos han ido realizando en estos últimos años, aunque también aquí el reparto de fondos fue desigual. Los ayuntamientos han conseguido estabilizar una calle de retrato invirtiendo grandes cantidades de dinero en la limpieza y mantenimiento de los espacios públicos. También los han dotado de “servicios” a la ciudadanía. Desde parques infantiles, hasta espacios para mayores. La oferta cultural, aunque en manos de bancos y empresas, ha aumentado considerablemente. Las flores, las estatuas de escultores de dudoso prestigio, el desbordante mobiliario urbano, la construcción de espacios verdes o el disfraz ecológico del uso de la bicicleta. El objetivo parece estar cumpliéndose. Lo visual termina ganando la batalla, paradojicamente en un mundo de absoluta ceguera.
Pero el tiempo esta demostrando a los vecinos del sur que los equipamientos sociales no son gratis, hay que pagarlos. Las abundantes flores de las infinitas rotondas no cumplen las expectativas básicas de las personas. Mientras que el alcalde inaugura un nuevo tramo de carril bici, privatizan 100 camas del hospital, o a la vez que amplían el asesoramiento en los centros para jóvenes, condenan a esa misma juventud a la precariedad más absoluta o los envían a la “iniciación laboral”, directos a una fábrica de futuros esclavos. En definitiva, el estado de bienestar, aunque solo se pueda ver pero no tocar.
Cuando el bienestar decae la porra ocupa su lugar
La comunidad de Madrid tiene un historial muy particular en cuanto a las decisiones adoptadas sobre policía local de sus municipios. En 2004 la CAM decide crear un nuevo cuerpo policial que sustituya a la clásica local y sus tareas. Las BESCAM (Brigradas Especiales de Seguridad de la CAM) se consolidan ese mismo año. El paso del tiempo nos confirma que el nuevo cuerpo policial tenia ya una función muy definida de antemano, estudiada y avalada por el gobierno de Madrid. Ahora las BESCAM desarrollan, porra en mano, el concepto de seguridad ciudadana exportado de otros países europeos.
En los últimos cinco años el abuso de poder, cuanto menos, ha estado extendido por todos los municipios del sur, aunque en algunos con más virulencia que en otros. En Móstoles por ejemplo, el pasado mes de Mayo la policía con la ayuda de un grupo de bomberos efectuaba el desalojo ilegal de las viviendas okupadas “La Favela”. El desalojo solo era una aperitivo de las sucesivas redadas, detenciones ilegales, acoso y abusos que sufren en este momento vecinos y jóvenes comprometidos del municipio. Aquella semana se descubrió que la policía de la localidad guarda ficheros ilegales con datos de militantes políticos, utilizados más tarde para seguimientos y retenciones.
También en 2006 el ayuntamiento de Leganés aprobaba la Ley del Civismo, de la que en poco tiempo se demostró que solo era un intento de bloquear y paralizar la actividad vecinal, sindical y social que los colectivos del municipio llevan a cabo. En la actualidad esta ley es esgrimida con fuerza por otros tantos ayuntamientos del sur, que ven en ella una buena oportunidad para callar voces locales disidentes.
Cuando los vecinos hablan y no se conforman con el bienestar de salón que le ofrecen, el ayuntamiento blande la porra. La represión está aumentando en el sur de Madrid porque forma parte de una estrategia que pretende desmontar un tejido social, ya dañado, que pueda hacer frente en un futuro cercano a la degradación de vida que sufrimos, o simplemente busca visualizar la fuerza bruta que el sistema puede emplear si no callamos ante las desigualdades o incluso si nos atrevemos a existir.
BESCAM: “El bloke” es la norma
Hace unos días TVE nos ofrecía una “superproducción” televisiva sobre la trama de corrupción “descubierta” en Coslada el pasado año. Pero el tiempo nos demuestra que “El Bloke” solo era la punta del iceberg de la corruptela policial habitual en las BESCAM, especialmente en las localidades del sur.
En mayo de 2008 el ayuntamiento de Leganés activaba un plan especial de Seguridad en la zonas “conflictivas” de la localidad. El plan vino motivado, al menos publicamente, por el asesinato del joven Bruno S.O ese mismo mes en una zona de copas, caso que conmocionó el municipio.
En la actualidad el plan especial de seguridad puesto en marcha también en otros municipios cercanos se traduce en el incremento de las dotaciones de BESCAM, de la presencia de antidisturbios en las zonas de ocio nocturno, las redadas indiscriminadas dirigidas especialmente contra los jóvenes e inmigrantes (redadas racistas) o el acoso a los bares que no cumplen el canon de “moderno”.
Comienzan a ser conocidas las patrullas de BESCAM de paisano que peinan tarde y noche los parques y otras zonas de reunión habituales. En grupos de cuatro y haciéndose pasar por simples viandantes, realizan identificaciones y cacheos indiscriminados en actitud muy violenta y agresiva. Los BESCAM de paisano acutan con impunidad al más puro estilo de las patrullas militares de Berlusconi. Una campaña mediática preparó el terreno para este incremento de presencia policial. La alarma social jugó tan buena partida que algunos cientos de vecinos pidieron en aquellos días más presencia policial.
Por otra parte, el narcotráfico a gran escala forma parte del día a día en las localidades del sur. Toda una trama de grandes magnates se parapetan en la complicidad policial que le otorgan los numerosos sobornos y chantajes mutuos. Mientras, consumidores y pequeños vendedores engordan las cifras que justifican la represión y el control. Un negocio bien rentable que los oscuros reductos municipales protegen concienzudamente
“El Bloke” de Coslada no fue más que la cabeza de turco del momento, el lavado de cara de la afectada imagen de las BESCAM. Es evidente a estas alturas que “El bloke” se mueve con soltura en el sur de Madrid de la mano de los ayuntamientos y de la CAM.
Nazis y policía contra la juventud organizada
Este mismo mes “Fuenlabrada Antifascista” hacia público un relato de lo sucedido meses atrás con el intento de poner en marcha un centro social okupado en esta localidad. Los jóvenes explican en su escrito lo que un mando policial les dijo ante el atrevimiento de okupación de un espacio abandonado: “ojala esta noche alguien más grande y fuerte que vosotr@s venga y os eche”, confirmando de esta manera tan precisa las formas habituales de la policía en el sur de Madrid. Sobran ya ejemplos de que la policía y las instituciones se ponen al servicio de la especulación cuando esta se lo requiere, y esta a su vez al servicio de la represión a la juventud activa.
Los mismos jóvenes vecinos de Fuenlabrada que vieron frustrado su intento de crear un espacio popular autónomo denunciaban la ayuda prestada por conocidos nazis de la localidad en el desalojo ilegal. “...dos de ellos, neonazis que pudimos reconocer. No hacían mas que gritar extremadamente exaltados que ese era su negocio, que "unos guarros no se lo íbamos a joder” decían en el escrito. Los mismos nazis, ellos y sus compinches de cacería, que acumulan decenas de agresiones racistas en el municipio y que regentan con total impunidad el bar “La Cantina”, lugar habitual de reuniones nazis.
Sobre esto podríamos asegurar que si la juventud antifascista vecinos de las localidades del sur no llevaran años fomentando y trabajando un barrio sin fascistas, sin agresiones o sin propaganda racista, la contundencia de esta complicidad policía-nazi-ayuntamiento seria mucho mayor y sin duda con peores consecuencias.
Recuperar la calle para existir
Si echamos un vistazo al actual momento comprobamos que lo relatado de un lugar en concreto puede ser facilmente el día a día de otro lugar, en otra periferia, en otras ciudades. El sistema esta poniendo buena parte de la carne en el asador, están hilando fino y nada responde a una casualidad ni tampoco a ningún grupusculo oscuro carnaza de best seller, las herramientas que el capitalismo utiliza hoy son en esencia las de ayer, siguen estando bien claro los papeles que los poderes tienen que jugar.
Si algo esta difuso o en decadencia es la conciencia de clase, nuestros valores humanos y nuestro sentimiento colectivo. La pandemia del individualismo es alimentada con gusto por toda la estirpe económica y con poder, dejando vía libre a todos los desmanes posibles. El miedo propagado por la voz de los mass media nos paraliza y bloquea nuestra solidaridad y cercania con el resto del colectivo con el que convivimos y formamos parte. Cuando la policía invade nuestros espacios más cercanos con violencia y agresividad están atacando nuestra vida en lo más básico del día a día.
La calle es el símbolo de las minorias porque es el lugar donde se encuentran y se convierten en mayoria con poder de cambio y de transformar lo que no desean. Es imprescindible hacer frente al terror del sistema desde lo colectivo, desde los espacios donde nos encontramos en el día a día, sin más intermediario que la libertad individual de todos los que formamos parte de el. La calle es buen lugar para encontrarnos, tanto en las carencias básicas e inmediatas como en las transformadoras a largo plazo. Recuperar y potenciar todos los lugares donde hace unas decadas nos encontrabamos y luchabamos: el hospital del barrio, la comunidad de vecinos, el centro de trabajo, la universidad, los espacios juveniles. En realidad tendriamos que recuperar la calle, imponerle nuestras necesidades y aspiraciones y alejar a todos los que nos la quieren robar y les molesta que existamos.