La crisis ha comenzado a golpear con dureza en el deporte, sobre todo en aquellos que de un modo u otro han estado relacionados con inmobiliarias y constructoras.La locura de millones, el blanqueo de dinero, el reconocimiento social por presidir tal o cual club, ha pasado a mejor vida. Y aunque es obvio que al principal pasatiempo patrio no se le va a dejar morir bajo ningún concepto (y más en tiempos de crisis), la deuda de los clubes va a conllevar la desaparición de muchas instituciones. El baloncesto o el balonmano tampoco son ajenos a esta realidad. La deuda acumulada de los equipos de Primera, Segunda y Segunda B con Hacienda es de 627.266.721,38 euros, una cifra estratosférica.La deuda de los equipos con Hacienda aparece en un contexto difícil, preso el mundo de la incertidumbre por lo que ha de venir. Lejos de los acomodados de Primera y Segunda, de ahí hacia abajo el fútbol se desangra en procesos dolorosos para cientos de profesionales que nunca tuvieron cerca la gloria, y sí en cambio la hipoteca, el alquiler o, dicho queda, el café y la golosina. La Cultural Leonesa, el Portuense, los dos equipos de Granada, el Eivissa, el Leganés (salvado por un mecenas) o el Ciempozuelos, de la Tercera División madrileña, cuyos jugadores se presentaron en el metro a pedir, escenifican lo más amargo del fútbol modesto.
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